USTEDES DIRAN QUE TIENE QUE VER CON EL ATLETISMO, Y BUENO PONGAMOS DE EXCUSA QUE ESTE AÑO EL CAMPEONATO DE LA AGRUPACION DE ATLETAS DEL URUGUAY SE LLAMA BICENTENARIO DEL EJERCITO NACIONAL 1811-2011...
Escribe: GASTÓN PÉRGOLA
El polizón ghanés que nació de nuevo
Inmigrante. Tiene 14 años, se coló en un barco y pasó hambre y sed por 15 días Durmió en la calle pero una soldado obtuvo la tenencia ante un juzgado: ahora, Jonah Asamoah tiene una familia
Es ghanés, tiene 14 años, y llegó a Uruguay como polizón tras viajar 15 días escondido en la sala de máquinas de un barco, con cuatro litros de agua y tres panes. Buscaba escapar del hambre y la pobreza de su pueblo. En Uruguay ya tiene familia.
"De donde vengo, mi gente está sufriendo porque no tiene comida, no hay trabajo, y si trabajas te pagan con muy poco dinero como para sobrevivir. Hay muchos problemas allá. No hay forma de vivir", remató Jonah Asamoah, un jovencito ghanés de 14 años, desgarbado y tímido, que llegó a Uruguay hace 15 días, desde un pueblo pequeño del país africano llamado Tmgé.
Para escapar de esa miseria, Asamoah viajó escondido en la sala de máquinas de un barco pesquero durante dos semanas. Tenía apenas cuatro litros de agua y tres panes del tamaño de su mano, según explicó. Lo único que tenía claro era que la embarcación llegaría a un país de América, pero nunca supo que llegaría a Uruguay. Una vez en Montevideo, durmió 10 noches en la calle, hasta que llegó a la puerta del Comando del Ejército, guiado por una persona, también indigente, que le dijo que allí no le iban negar un plato de comida.
El joven asegura que tuvo suerte en llegar a Uruguay, destino que reconoció al ver la bandera en el puerto y recordar la Copa del Mundo. "Tenía los mismos colores que vi en el partido de Ghana contra el equipo uruguayo, entonces ahí me di cuenta dónde estaba", dice Asamoah, con una sonrisa.
En el Ejército le dieron un plato de comida y lo contactaron con las dependencias correspondientes (Ministerio de Relaciones Exteriores y Migración). Pero la suerte del joven fue mayúscula cuando una soldado que estaba de guardia, al verlo en su delicada situación, pidió para hacerse cargo del joven. Hoy tiene la tenencia provisoria y Jonah le dice "mamá".
En un inglés monosilábico y con extrema timidez Jonah describe el pueblo de donde proviene, Tgmé, y lo ubica -como única referencia geográfica que ofrece- "a unas cuatro horas de auto" de la capital ghanesa, Accra. La falta de comida y trabajo son dos aspectos que repite casi constantemente, cuando recuerda las condiciones de vida en las que estaba.
Desde los 10 años perdió contacto con su familia (compuesta por sus padres y dos hermanos mayores) y se fue a vivir a los alrededores de un pequeño puerto pesquero cercano a su ciudad, con la esperanza de conseguir empleo.
"En casa no había dinero, no había comida para todos. Entonces no tuve alternativa y debí ir a buscar trabajo y alimento por mi cuenta", narra el ghanés. Fue a partir de allí que perdió vínculo con su familia. Pero en el puerto no le fue como esperaba, ya que no le dieron trabajo. Poco a poco, fue viviendo de lo que le daba la calle. "No había trabajo para mí en el puerto. Iba de noche y miraba lo que podía tomar para comer. Trataba de ver dónde había comida, un poco de arroz, restos de pescado", cuenta con timidez y pocas palabras.
EL VIAJE. Luego de soportar la condición de mendicidad por mucho tiempo, y con conciencia, a pesar de su edad, de que su realidad no iba a cambiar, tomó la decisión de buscar mejor destino, aunque eso pudiera costarle la vida. Fue así que viajó hasta el puerto de Accra, para empezar un "viaje eterno", cuyo sacrificio tenía como recompensa un cambio de vida.
"Quería arreglar mi problema de estar en ese pueblo y vivir con hambre; quería un lugar donde pudiera trabajar y tener otras posibilidades", cuenta Asamoah, que vio en América el mejor destino posible. "Por la televisión conocí lo que América podía darme, sabía que allí la vida era muy buena, que había trabajo y que podían cuidarme", explica el joven.
Con lo puesto, más una botella de agua, tres panes y la Biblia, Asamoah contó a El País que esperó a que se hiciera de madrugada en el puerto de Accra para colarse en un barco pesquero, precisamente en la bodega del mismo, que le habían asegurado iba a América. Lo único que no sabía era a qué país exacto se dirigía.
"Nunca supe de qué nacionalidad era el barco. Sabía que estaba haciendo una escala en Accra y de ahí iba a América. Nunca escuché hablar a los tripulantes. Estaba en la bodega del barco, debajo del motor. Lo único que sentía todo el tiempo era el ruido del motor", cuenta el joven.
El espacio en el que estaba era pequeño y no tenía lugar, ni siquiera, para caminar. Aseguró que el viaje duró 15 días, y que por momentos pensó que su vida corría peligro. Pero enseguida se ponía a rezar.
No había muchas tácticas para racionar la comida. Cuenta que durante el día cortaba un pequeño trozo de pan, lo comía y no volvía a tocar la bolsa hasta el otro día. Dos o a lo sumo tres tragos de agua eran suficientes.
"Lo único que podía hacer en donde estaba escondido era sentarme para comer y acostarme para dormir. De esa forma estuve los 15 días. No había espacio para caminar ni tampoco quería hacerlo. No sabía cuánto iba a durar el viaje. Lo único que pensaba era que si los marineros me veían podían matarme. Por eso no salí de la bodega durante los 15 días", expresó el inmigrante. Precisamente, Asamoah se encontraba debajo del motor, en la sala de máquinas. Mientras habla extiende sus manos para sentir el olor a gasoil que aún tiene en las manos y mostrar sus manos manchadas de aceite.
Uno de los mejores momentos, recuerda, fue cuando de golpe dejó de sentir por completo el ruido ensordecedor del motor del barco, lo que le dio a entender que la nave había llegado a destino. Cuidadoso esperó a que se hiciera la noche para salir de su escondite.
"Me sentí muy bien. Y lo primero que hice fue orar a Dios por haber podido llegar a América. Siempre recé para poder llegar a estas tierras y poder salir de donde estaba. No tenía dinero para tomar un avión, y sabía que lo que hacía era riesgoso, y recé mucho a Dios", dice con los ojos brillosos y poniéndose la mano en el pecho.
BANDERA CELESTE. Cuando salió del barco vio izada la bandera uruguaya y recién ahí fue cuando supo adónde había llegado. "Reconocí que estaba en Uruguay y que era la bandera de este país porque recordé la Copa del Mundo, y el partido de Uruguay y Ghana. Y ahí me di cuenta que eran los mismos colores", cuenta Asamoah.
Se sintió contento de saber que había recalado en Uruguay, a pesar de reconocer que después del partido mundialista no había podido dormir.
"No pude dormir después de ese partido. Cuando terminó el juego mucha gente quedó triste, era un silencio absoluto en mi país, muchos lloraban, otros no podían dormir. El fútbol es lo más importante que tenemos", dice el ghanés. Asamoah pasó 10 noches durmiendo en las calles de Montevideo, e iba a las iglesias a pedir comida. "Gracias a Dios, no tuve problemas en la calle. Se acercaban algunas personas y me daban algo de comida también", recuerda.
Pero la suerte del joven iba a seguir cambiando para bien. En la calle se encontró a una persona que le aconsejó que se dirigiera al Ejército, que allí lo iban a ayudar. Asamoah entendió que era una buena idea, más aun teniendo en su mente algún concepto que había formado en su país sobre el ejército de Uruguay.
"Sabía algo del ejército uruguayo porque lo vi en televisión. Son ejércitos que cuidan de África, que están allí por la paz y no quieren guerra, sino que ayudan a la gente, por eso pedí a esta persona que me llevara hasta ahí", resume.
El Ejército lo recibió, le dio un plato de comida, abrigo y asistencia médica, al tiempo que informó a las autoridades competentes para que tomaran cartas en el asunto. La sorpresa fue cuando Edy Yaque (49), soldado del Ejército desde hace 18 años, (y con dos misiones en el Congo), pidió, al verlo, la tenencia del menor.
"Justo estaba de guardia cuando llegó Jonah al Comando. Me enteré de su historia y quise hacerme cargo de él. Me asesoré con una ONG de derechos humanos, fui al juzgado de familia y allí, al ver que soy una persona de bien, me dieron la tenencia provisoria", contó la nueva mamá de Jonah a El País.
La soldado explicó que en las misiones de paz vio una realidad muy cruel: "Los chiquilines pidiendo comida todo el tiempo. Eso te pega, y más cuando tenés hijos", afirmó. Incluso, estuvo en averiguaciones para adoptar a un niño congolés mientras se encontraba en misión, pero no pudo por los trámites económicos.
"Dios ahora me trajo esta criatura hasta mí. Estoy muy agradecida", agrega.
Yaque, que vive en una casa de Punta de Rieles, tiene cuatro hijos (una de ellas también adoptada), y asegura que todos están locos de contentos con el nuevo integrante en la familia.
"Ahora quiero que estudie, ya que mis hijos salieron todos trabajadores, terminaron el liceo pero ninguno tiene un título de carrera", se entusiasma la soldado.
Jonah también dice estar dispuesto a estudiar para ganarse un futuro en Uruguay. En Ghana hizo cuatro años de Primaria y debió abandonar el estudio, cuenta. Consultado sobre qué le gustaría ser cuando sea grande, levanta la mirada y, como todo niño, se permite un tiempo para soñar. "Jugador de fútbol o militar. Eso quiero ser", remata, afirmando incluso sin rencores que no tendría inconveniente en vestir una camiseta de la selección uruguaya.
Polizones
En Uruguay, el Servicio Ecuménico de Dignidad Humana (Sedhu) es el organismo que actúa en representación de Acnur (agencia de las Naciones Unidas para los refugiados). En el caso de Jonah Asamoah, esta oficina asistió en forma primaria al joven extranjero que llegó a Uruguay sin documentación. Si bien no es frecuente que lleguen a Uruguay pasajeros ilegales en busques de carga se registraron varios arribos el año pasado en el puerto de Nueva Palmira pero sólo un ciudadano camerunés fue autorizado a desembarcar. El caso más notorio es el de tres nigerianos -Samson Odedina, Monday Azeez y Wale Dale- que fueron abandonados en una balsa en altamar por la tripulación del barco en el que se habían escondido. Tras dos días a la deriva fueron avistados e izados a un helicóptero en medio de una tormenta por rescatistas uruguayos.
Hubiera quedado en amparo en INAU si no lo recibía una familia
Jonah Asamoah debió re-latar su peripecia ante la jueza de familia especializada Alicia Moré.
El adolescente ratificó ante la magistrada que llegó a Uruguay desde Ghana, tras una travesía en barco, y que estuvo varios días en situación de calle hasta llegar el Comando del Ejército.
"Cuando me enteré de su situación por Cancillería y el Centro de Ayuda a los Refugiados lo convoqué inmediatamente a una audiencia para conocerlo, ponerme al tanto de su situación y determinar las medidas que debíamos adoptar", comentó Moré a El País. La magistrada atiende los casos comprendidos en el artículo 117 del Código de la Niñez y Adolescencia, que son las situaciones de riesgo y vulnerabilidad de derecho.
Moré explicó que al ser un adolescente correspondía la "internación por amparo", según los artículos 117 y 123 del Código de la Niñez y Adolescencia, pero que al presentarse una persona interesada en hacerse cargo de Asamoah no fue necesario.
"Charlamos con la señora interesada. Se verificó que es una persona de bien, que tiene un hogar, y que trabaja en el Ejército Nacional y decidimos, en la audiencia, otorgarle la tenencia provisoria", explicó y comentó que la defensoría pública no tuvo ningún reparo ante esta decisión.
Asamoah transmitió en el juzgado su deseo de quedarse con la soldado Edy Yaque, lo que también resultó determinante para que la militar lograra la tenencia del chico. Y también relató cuál era su situación familiar en Ghana.
La jueza dispuso también la intervención del INAU, con el objetivo de que el adolescente reciba asistencia médica, se le otorgue documentación y comience a estudiar.
El expediente con el caso del Asamoah pasó ahora a un Juzgado de Familia y la continuidad del caso dependerá de Edy Yaque. Según explicó la magistrada, la mujer puede manifestar su voluntad de una tenencia definitiva (ratificación de tenencia) o presentarse en el juzgado y pedir el relevo del cargo. Por si fuera poco, el pequeño ghanés había hecho una nueva promesa; si conseguía quedarse con su "nueva mamá", no comería por 24 horas, lo que cumplió a rajatabla.
Fuente: http://www.elpais.com.uy
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