TEXTOS | EDWARD PIÑÓN
FOTOS | JULIO BARCELOS
EL PAÍS EN LONDRES
El estadio aplaude, grita. "¡Usain, Usain!". Hay 80.000 personas que deliran de pasión por el hombre más veloz del planeta. Acaban de ser testigos de una noche mágica para el atletismo olímpico.
No hay forma de no unirse al grito: "¡Usain, Usain!". Y se lo merece porque es único. "El Rayo" ofreció otra exhibición maravillosa para convertirse en bicampeón olímpico. Y a la medalla, el atleta jamaiquino llegó con nuevo récord olímpico, pulverizando el registro que él mismo estableció hace cuatro años en Beijing 2008 y frente a los rivales más fuertes. Impresionante desde todo punto de vista, sobre todo porque sus adversarios, al menos en los papeles, podían hacerle correr algunos riesgos. Pero no pasó. ¿De qué manera podía pasar? Asafa Powell se rindió de una, con facilidad; Yohan Blake no pudo alcanzarlo, pese a arremeter con voracidad en los metros finales; Tyson Gay sucumbió ante un rival que lo demolió en la máxima aceleración; y Justin Gatlin apenas pudo aguantar el ritmo de Blake.
Fenomenal. Por eso siguen gritando "¡Usain, Usain!". De pie, aplaudiendo, están todos muy emocionados. Los mismos 80.000 que antes habían pedido silencio absoluto para no desconcentrar a los deportistas en el momento de la largada, son los que regalan ovación tras ovación al fantástico corredor que destruye a los demás atletas por la fuerza de sus brazos y por el impulso de sus piernas.
Con su mirada clavada en la línea de sentencia desde el disparo de largada, Bolt los dejó tirados. Se les fue como un Rayo y jamás encontraron la forma de pelearle la medalla de oro. Abrumador para sus adversarios, conmovedor para quienes tuvieron la fortuna de seguir de cerca a esas piernas funcionando como una super máquina. Es perfecto e increíble.
Los 9.69 de Beijing 2008 quedaron atrás y dieron paso a estos 9.63 porque Bolt prendió el turbo a los 50 metros. Ahí comenzó a sacar la diferencia que se veía venir por la manera en la que se prendió en la pista. Mientras él volaba, los otros luchaban por no quedarse muy atrás.
Si bien no pudo superar los 9.58, ese tiempo que marcó en Berlín en 2009 para convertirlo en la marca más imponente de todas, Bolt corrió con la contundencia de siempre. Con el show incluido. Porque antes de largar logró provocar los gritos de admiración con gestos de todo tipo. Y se le permite todo. Que baile, que simule que se concentre, que juegue al "pistolero" y que se toque la frente o sacuda la cabeza de arriba hacia abajo.
Es el mejor de todos, el más rápido de la historia, el que sigue estableciendo marcas. Corre como un Rayo, pero no se quiere ir muy rápido de la historia del atletismo. La mejor muestra la dio en Londres 2012, con otra medalla y con un nuevo tiempo olímpico.
FOTOS | JULIO BARCELOS
EL PAÍS EN LONDRES
El estadio aplaude, grita. "¡Usain, Usain!". Hay 80.000 personas que deliran de pasión por el hombre más veloz del planeta. Acaban de ser testigos de una noche mágica para el atletismo olímpico.
No hay forma de no unirse al grito: "¡Usain, Usain!". Y se lo merece porque es único. "El Rayo" ofreció otra exhibición maravillosa para convertirse en bicampeón olímpico. Y a la medalla, el atleta jamaiquino llegó con nuevo récord olímpico, pulverizando el registro que él mismo estableció hace cuatro años en Beijing 2008 y frente a los rivales más fuertes. Impresionante desde todo punto de vista, sobre todo porque sus adversarios, al menos en los papeles, podían hacerle correr algunos riesgos. Pero no pasó. ¿De qué manera podía pasar? Asafa Powell se rindió de una, con facilidad; Yohan Blake no pudo alcanzarlo, pese a arremeter con voracidad en los metros finales; Tyson Gay sucumbió ante un rival que lo demolió en la máxima aceleración; y Justin Gatlin apenas pudo aguantar el ritmo de Blake.
Fenomenal. Por eso siguen gritando "¡Usain, Usain!". De pie, aplaudiendo, están todos muy emocionados. Los mismos 80.000 que antes habían pedido silencio absoluto para no desconcentrar a los deportistas en el momento de la largada, son los que regalan ovación tras ovación al fantástico corredor que destruye a los demás atletas por la fuerza de sus brazos y por el impulso de sus piernas.
Con su mirada clavada en la línea de sentencia desde el disparo de largada, Bolt los dejó tirados. Se les fue como un Rayo y jamás encontraron la forma de pelearle la medalla de oro. Abrumador para sus adversarios, conmovedor para quienes tuvieron la fortuna de seguir de cerca a esas piernas funcionando como una super máquina. Es perfecto e increíble.
Los 9.69 de Beijing 2008 quedaron atrás y dieron paso a estos 9.63 porque Bolt prendió el turbo a los 50 metros. Ahí comenzó a sacar la diferencia que se veía venir por la manera en la que se prendió en la pista. Mientras él volaba, los otros luchaban por no quedarse muy atrás.
Si bien no pudo superar los 9.58, ese tiempo que marcó en Berlín en 2009 para convertirlo en la marca más imponente de todas, Bolt corrió con la contundencia de siempre. Con el show incluido. Porque antes de largar logró provocar los gritos de admiración con gestos de todo tipo. Y se le permite todo. Que baile, que simule que se concentre, que juegue al "pistolero" y que se toque la frente o sacuda la cabeza de arriba hacia abajo.
Es el mejor de todos, el más rápido de la historia, el que sigue estableciendo marcas. Corre como un Rayo, pero no se quiere ir muy rápido de la historia del atletismo. La mejor muestra la dio en Londres 2012, con otra medalla y con un nuevo tiempo olímpico.
Fuente: Ovación
No hay comentarios:
Publicar un comentario