Eduardo Ortiz tenía 12 años cuando le diagnosticaron las primeras complicaciones en el corazón. Muchos días de internación, tratamientos y distintas operaciones derivaron en lo que le terminaría cambiando su vida: el trasplante de corazón.
"Tenía 16 años cuando di el primer piquito", dice Eduardo a EL PAÍS digital cuando empieza a repasar lo que ha sido su vida, y su primera novia. Es que sus latidos no sólo comenzaron a agitarse por un tema biológico, sino que varias veces se sacudieron por los golpes afectivos.
Dice que "lo separaron" de esa primera novia y después tuvo una caída grande en la enfermedad. Seis meses internado en Montevideo fue la racha más dura.
Tiempo después, ya con 18 años, y en medio de un quirófano, conoció a quien sería su esposa durante nueve años y con la que tristemente compartía los problemas de corazón. "Fuimos amigos, convivimos y nos casamos", resume.
Pasaron los años y su corazón empeoró. Llegó un momento en el cual, en reposo, Eduardo tenía 180 pulsaciones por minuto. El transplante se volvía impostergable y finalmente llegó en el año 2000.
"Tenía 30 años y me quedaban cinco días de vida al momento de la operación", explica el hombre nacido en Durazno que ahora reside en Maldonado.
DEPORTE Y VIDA NUEVA. A Eduardo le costó asumir que empezaba una nueva vida tras la operación. Una vez trasplantado ya no tenía que padecer esa "arritmia galopante" que sufría antes, pero debía enfrentar toda una nueva etapa.
"El transplante de corazón es el que más está ligado a la línea de la vida, a los sentimientos, al amor, es el órgano que más sensibiliza", dice para explicar lo que significa.
Se le ocurrió comenzar a hacer deporte y descubrió que tenía una gran resistencia: primero hizo atletismo y después ciclismo. En la bicicleta hacía 60 ó 70 kilómetros por día y no se sentía agotado. Empezó a sumar desafíos y entrenamientos hasta que ingresó en las competencias.
"Empecé a ganarme todo", dice Eduardo, quien dio a conocer su historia en el portal duraznodigital.com.uy. El duraznense sumó 48 medallas (varias de ellas de oro) en eventos para trasplantados a nivel sudamericano y latinoamericano.
Pero llegó otro golpe. "En 2006 enviudé. Ella murió esperando un trasplante de corazón", cuenta Eduardo.
Él cayó en un pozo anímico y se alejó del deporte por casi dos años. Era difícil encontrarle sentido a lo que vivía.
Pero pasaron varios meses y se reencontró con aquella primera novia, la del "piquito" a los 16. Transcurrieron un tiempo juntos y tuvieron una hija.
"Ahora tengo la bendición y la responsabilidad de ser padre", afirma Eduardo, con su voz aguda que al teléfono se mezcla con los murmullos de fondo de la niña de dos años.
Ya recompuesto emocionalmente, retomó la actividad física. Él cuenta que el deporte le cambió la vida y destaca la importancia que tiene para las personas. "Con el deporte combatís todas las enfermedades", señala.
"Me le voy un poco de las manos a los médicos, porque no hay una referencia palpable, no hay antecedentes de un trasplantado del corazón que dentro del deporte realice las cosas que he hecho yo", explica el deportista.
En 2007 hizo 100 kilómetros de mountain bike, en una carrera en Piriápolis, y recibió la medalla al mérito deportivo.
EL GRAN DESAFÍO. Lo más normal en las carreras para trasplantados son las competencias de dos mil metros. Pero Eduardo quiere romper con todo lo previsto. Quiere hacer algo grande y por eso se anotó en una maratón de 42 kilómetros.
Consultó con su entrenador y con su doctora personal y recibió el apoyo de ambos. "Si es para disfrutarla sí, pero si vas a competir, no", le dijo la especialista. El duraznense repite que sólo busca completarla, no ganarla.
Corrió la San Fernando en Maldonado (10km) en enero. Luego compitió en la Salomon Running Race, una travesía de 10km que combina trayectos por la arena y por zonas de bosque. Y siguió con una competencia de mountain bike de 40km y otra de 60km.
Ahora, en pocos días, competirá en la Maratón de Punta del Este, el 11 de setiembre, a las 8 de la mañana, partirá en una carrera de 42km a pie.
Algo que nunca ha enfrentado a nivel de competencia.
"Soy el único trasplantado en el mundo que va a correr una distancia así, en el momento nadie lo está haciendo", dice Eduardo, sin querer perder la humildad.
Eduardo sabe que el domingo no va a ganar. Sabe que no va a estar entre los primeros ni se va a meter en el "pelotón" principal. Pero va a seguir hacia adelante. Como lo hizo siempre, más allá de las zancadillas que le hizo la vida.
FALTA DE APOYO. El corredor y ciclista oriundo de Durazno dice que le gustaría apostar a competencias más exigentes, aunque explica que no tiene los medios para acceder a los equipos necesarios y a la alimentación adecuada.
Dice, también, que se entrena por lo general a las 5 de la mañana dado que es el único horario del que dispone. Su esposa trabaja durante el día y él tiene que cuidar a su hija.
Reconoce algún apoyo para la inscripción a las carreras o en la indumentaria, pero dice que no hay nada más.
Explica que para trabajar muchas veces las personas trasplantadas son discriminadas y que a algunos empleos no puede acceder.
"Hay miedo en la población de darle un trabajo a un transplantado del corazón, te toman como si vos todavía fueras enfermo, cuando en realidad vos ya dejaste la enfermedad", señala Eduardo.
Por Andrés Roizen
"Soy el único trasplantado en el mundo que va a correr una distancia así, en el momento nadie lo está haciendo", dice Eduardo, sin querer perder la humildad.
Eduardo sabe que el domingo no va a ganar. Sabe que no va a estar entre los primeros ni se va a meter en el "pelotón" principal. Pero va a seguir hacia adelante. Como lo hizo siempre, más allá de las zancadillas que le hizo la vida.
FALTA DE APOYO. El corredor y ciclista oriundo de Durazno dice que le gustaría apostar a competencias más exigentes, aunque explica que no tiene los medios para acceder a los equipos necesarios y a la alimentación adecuada.
Dice, también, que se entrena por lo general a las 5 de la mañana dado que es el único horario del que dispone. Su esposa trabaja durante el día y él tiene que cuidar a su hija.
Reconoce algún apoyo para la inscripción a las carreras o en la indumentaria, pero dice que no hay nada más.
Explica que para trabajar muchas veces las personas trasplantadas son discriminadas y que a algunos empleos no puede acceder.
"Hay miedo en la población de darle un trabajo a un transplantado del corazón, te toman como si vos todavía fueras enfermo, cuando en realidad vos ya dejaste la enfermedad", señala Eduardo.
Por Andrés Roizen
Fuente: http://www.elpais.com.uy
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